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7 Hábitos para una educación emocional basada en valores y flexibilidad psicológica

Actualizado: 25 sept 2018

Ser una persona segura de sí misma e independiente, tener determinación y paciencia hasta que lleguen los frutos de nuestro esfuerzo, tener una personalidad propia o ser una persona flexible y resiliente son cualidades muy valoradas en la actualidad tanto en la faceta personal como profesional.

Hoy llega el momento de hablar de cómo se pueden cultivar estas maneras de actuar: Hemos recogido para ello 7 hábitos a la hora de educar con los que podemos ayudar a los pequeños a actuar en base a valores con flexibilidad psicológica.

Hasta ahora hemos planteado que los conceptos de felicidad como experiencias placenteras o la ilusión de controlar nuestros pensamientos y emociones son culturales, nos han educado a pensar así. Y es en ese papel educador en el que se puede marcar la diferencia para ayudar a las personas en un desarrollo psicológico óptimo. Así, empecemos por plantear la pregunta de ¿cómo aprendemos a regular nuestros pensamientos, emociones y otras experiencias que sentimos bajo nuestra piel?

La investigación en psicología básica acorde con el desarrollo de la teoria de los marcos relacionales señala que a la hora de responder a pensamientos y emociones las personas empleamos reglas. Una regla establece que ante un estímulo o situación A, un comportamiento B llevará a una consecuencia C. Existen 3 tipos de reglas y a su vez 3 tipos de comportamientos gobernados por reglas:

  1. Cuando la persona que controla las consecuencias es externa: Una madre dice a su hijo “Si haces los deberes toda la semana el domingo iremos al cine”. El niño con el tiempo aprenderá que si quiere ir al cine tiene que hacer los deberes. En este caso hay 2 aspectos obvios pero conviene tener en cuenta: credibilidad de la madre, y que el niño tenga la experiencia de ir al cine y le guste.

  2. Cuando las consecuencias se dan de forma natural. “Vas al baño antes de salir de casa y así no tendrás ganas durante el viaje”.

  3. Existe un tercer tipo de regla y es la que modifica las propiedades de las anteriores. Un ejemplo de nuestra infancia utilizando a Popeye sería “si comes espinacas, te pondrás fuerte y grande”. Aquí se están alterando las propiedades de las espinacas, para muchos desagradable, dándole un valor.

¿De qué sirve lo anterior?

Cuando una persona aprende a funcionar principalmente con el primer tipo de regla, aprende a actuar porque otra persona lo dice, es importante la aprobación del otro, lo cual genera una manera de funcionar dependiente de los demás. Es un problema además porque se actúa para conseguir cosas que dependen de otro, no de uno mismo, y por lo tanto aun actuando bien las consecuencias que se persiguen son incontrolables e impredecibles, y pueden no llegar. Eso añadiría frustración e incoherencia, sensación de no-entender, al hacer lo que toca y no recibir lo que se supone que habría que recibirse.

Es por lo tanto importante transitar las reglas 1 hacia reglas del tipo 2. Pasar del “Si haces los deberes toda la semana el domingo iremos al cine” a un “Qué bien, como has hecho los deberes toda la semana, tenemos la tarde libre y podemos ir al cine”. Así el niño pasa de actuar porque otro lo dice, a actuar por las consecuencias naturales de sus actos, estableciendo una coordinación entre sus reglas y el funcionamiento del mundo.

En relación al segundo tipo de reglas: En ocasiones algo puede ser placentero a corto plazo, pero negativo a largo plazo. Jugar en vez de hacer los deberes, fumar, o no levantarse de la cama por pereza son ejemplos. Es por ello importante dotar a los pequeños de experiencias en que el largo plazo tiene efectos y puede ser importante. Plantar un árbol, cuidarlo diariamente y ver su evolución con el tiempo, o plantear un objetivo anual con una consecuencia agradable en verano pueden ser ejemplos.

El segundo tipo de regla puede tener sus complicaciones:

  1. Cuando, como decíamos, el efecto inmediato de hacer algo a corto plazo inhibe o impide ver las consecuencias a largo plazo.

  2. Generar pensamiento mágico / supersticiones. Si me pongo la misma camiseta en dos exámenes y apruebo, se puede aprender que la camiseta influye.

  3. Se aplica una regla que funciona en unos ámbitos pero no en otros: Se aprende que cuando algo ha salido mal, pensar sobre ello y darle vueltas puede cambiarlo, pero se aplica esa misma estrategia a pensamientos o emociones que no pueden ser cambiadas.

Por último, una vez se ha logrado pasar de reglas basadas en lo que dice otra persona, a basadas en el funcionamiento natural del mundo, llega la oportunidad de cultivar valores y darle un sentido a lo que se hace: Siguiendo con el ejemplo de hacer los deberes, se pueden plantear ejemplos cómo los siguientes, con la intención de modificar las propiedades del “hacer los deberes”:

  • Promover el valor del esfuerzo: Mira a Messi, qué bien juega y cuántos goles marca… ¿Sabes? Messi de pequeño era un niño normal como cualquier otro, pero decidió que quería jugar a fútbol, y se esforzó para conseguirlo. Y había días que no le apetecía jugar, o que estaba perezoso, era el cumpleaños de un amigo, o pensaba que nunca lo conseguiría por ser bajito, pero él seguía con determinación y seguía esforzándose para conseguir su sueño. Por eso me preocupa que hagas los deberes, para que consigas esforzarte como Messi y así tu también podrás conseguir tus sueños de mayor.

  • Promover el valor de la ayuda a otros (y el esfuerzo): Un señor que se llamaba Fleming era muy listo de tanto estudiar, y gracias a eso descubrió una medicina que salvó la vida de muchas personas, de niños pequeños, de padres y madres, de mayores… ¡Hasta de animales! ¿Te imaginas? Poder ayudar a tanta gente a curarse y poder salvar vidas? ¡Qué contentos estarían al ver que su enfermedad tenía medicinas para curarse! ¡Es genial porque ahora podemos tener un resfriado y curarnos en dos días!

Los siete hábitos de la educación emocional infantil

  1. Para promover comportamientos nuevos es buena idea empezar los aprendizajes con reglas del tipo 1, donde el adulto establece la consecuencia de qué pasará “si haces esto, pasará lo otro”. Así se facilita que el niño/a visualice la consecuencia y actúe en base a ella.

  2. Señalar las consecuencias naturales de de sus actos. Pasando de reglas tipo 1 a tipo 2. Del “lávate los dientes y te leo un cuento” al “lávate los dientes, ¡Mira que blancos han quedado!” Así, se evita que la persona funcione dependiendo de lo que ordenan otros, y actúe en base a su experiencia con el entorno y el conocimiento de cómo funciona el mundo.

  3. Promover la curiosidad y flexibilidad. Fomentar diferentes maneras de atender una situación o problema, a veces algo que hemos aprendido en una situación A no es la mejor opción en la situación B y puede generar frustración y estancamiento. Como en el caso 2, promover el contacto con las consecuencias naturales de los actos, más allá de lo que la mente pueda decir que es correcto o no.

  4. Cultivar valores y relacionar lo que se hace con un significado personal. Compartir la merienda para ser un amigo generoso y cuidar a los otros, hacer los deberes para saber cosas y poder solucionar problemas míos o de los demás, comer de forma saludable para crecer sano y estar en forma, como Rafa Nadal.

  5. Señalar los comportamientos sin etiquetar. Es tendencioso poner etiquetas como vago, egoísta… Ante ciertos comportamientos. Decir eres un vago puede dar a entender que “yo soy así, no puedo cambiar”. Señalar los comportamientos indeseables responsabiliza al niño de poder cambiarlos. En ese punto es positivo señalar las consecuencias de ambos comportamientos.Hacer espacio a pensamientos y emociones. Evitar también etiquetar pensamientos y emociones como positivos/negativos. Centrarse en: ¿qué te pide esta emoción/pensamiento? ¿qué posibles consecuencias tendría obedecerle? ¿te ayudan en tu intención de ser (un amigo honesto, responsable, ayudar a otros…) o son una trampa? A ti te importa eso de ser un amigo honesto… ¿cómo responder de manera que salgas ganando?

  6. Promover experiencias en que actuar a largo plazo sea más beneficioso que actuar de forma cortoplacista y cultivar así el autocontrol. El siguiente vídeo presenta un experimento sobre psicología infantil que puede servir de ejemplo:

De este modo se busca fomentar un funcionamiento basado en valores, con perspectiva a largo plazo de qué nos interesa y qué no en nuestra vida, y como se especifica en “había días que no le apetecía jugar, o que estaba perezoso, era el cumpleaños de un amigo, o pensaba que nunca lo conseguiría por ser bajito, pero él seguía con determinación” se hace hueco y valida todo tipo de pensamiento y emoción sin problematizar ni darles fuerza como obstáculo, generando con ello flexibilidad psicológica.


Por Joan Rullan

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