Durante los tres primeros meses de vida, el desarrollo afectivo del bebé está en plena evolución, aunque sus demostraciones de afecto no sean evidentes.
El bebé necesita protección y cuidados y lo único que los padres pueden esperar del bebé es la expresión de su propio placer: el sosiego, la calma, y consecuentemente el sueño relajado, y su apetito por la lactancia materna. Todos los especialistas coinciden en que los intercambios afectivos del bebé con su madre son fundamentales para su buen desarrollo. El bebé se rige, desde el momento de su nacimiento, por el principio del placer. El placer es indispensable en todos los aspectos de su vida, desde que experimenta las primeras sensaciones aún en el vientre de su madre: los olores, latido cardíaco, movimientos, voces, etc, las sensaciones agradables son eje de su existencia y cuando está molesto muestra su desagrado a través del llanto.
La lactancia materna ayuda a fortalecer el vínculo con el bebé Durante los tres primeros meses de vida, al recibir el pecho o el biberón, el bebé estudia al detalle el rostro de su madre, sigue sus movimientos y analiza sus expresiones. El calor, el olor y el tacto, así como el tono de la voz de su madre proporcionan al bebé placer y bienestar. El seno materno es el estímulo afectivo más completo para un bebé en los tres primeros meses de su vida.
En esta etapa, la madre puede establecer y fortalecer los lazos afectivos con su bebé, mientras le da de mamar: - Tocando y acariciando la mejilla del pequeño - Conversando con él - Fijando la mirada en sus reacciones - Concentrando toda la atención en el pequeño - Evitando realizar otras actividades paralelas.
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