Las emociones nos acompañan diariamente, forman parte de nosotros y deben educarse para poder crecer, desarrollarse y convivir mejor con uno mismo y con los demás.
La educación emocional debe iniciarse en las primeras etapas de la vida, que es cuando hay mayores probabilidades de que sea efectiva. Cuando el bebé nace no tiene palabras para decir las cosas; el primer lenguaje de comunicación y de relación es el llanto. Cuando se aprende a hablar se hace necesario poner nombre a lo que nos pasa, a nuestros sentimientos y emociones. Este es el mejor momento para que el adulto ayude al niño a expresar sus emociones y comprender sus sentimientos. Por imitación, el niño aprende a expresar sus emociones; lo hace tal como lo ha visto expresar a los adultos, especialmente a sus padres y a sus educadores.
Algunos aspectos que el adulto debe considerar al relacionarse con el niño o joven:
Permitir que expresen, sin prohibiciones, las emociones que sientan.
No eliminar las emociones negativas; hay que vivir tanto las emociones positivas como negativas para un buen aprendizaje emocional.
Hablar de las emociones con total naturalidad, sin dramatizaciones.
Reconocer sus emociones para facilitar que ellos reconozcan las emociones de los demás, además de las suyas propias. El respetar las emociones y los sentimientos de los demás y las de uno mismo es imprescindible para nuestras relaciones interpersonales y la autoestima.
Recordarle que le queremos, sientan la emoción que sientan, así como también dar mensajes como: "Comprendo que te sientas enfadado y te sigo queriendo"
Complementar el lenguaje emocional a través del cuerpo y la palabra. Favorecer la expresión emocional; la alegría se muestra a través de una sonrisa y de un mensaje verbal: "me siento contento".
Dejar que los niños se familiaricen con estrategias que fomenten el bienestar. Por ejemplo practicar un masaje para relajarse, respirar, así como bailar, cantar, dialogar, reír, etc.
Permitir que el niño se equivoque y aprenda a ser más autónomo emocionalmente.
Ayudarle a comprender que de la emoción no necesariamente debe derivarse un determinado comportamiento, sino que las emociones se pueden regular. Por ejemplo, de la ira no debe derivarse violencia.
Ayudar a que el aprendizaje del niño tenga en cuenta la perspectiva del otro, ayudar a comprender sus puntos de vista, sus sentimientos y emociones contribuirá a la convivencia y relación con los demás. Una forma de hacerlo es diciéndole: "¿Cómo te sentirías tú si......? (identificar emociones); "él se siente.....porque....." (reconocer las emociones de los demás).
Los niños y niñas tienen derecho a emocionarse y expresar lo que sientes. Pero es importante que lo hagan de forma apropiada: regulando su expresión.
Para una buena educación emocional, el adulto puede tomar en consideración estas reflexiones, interiorizarlas y llevarlas a la práctica en todo momento, a través de los gestos, palabras y acciones.
Kommentare