Al examinar el estado de identificación del niño me refiero al niño recién nacido, o que tiene unas pocas semanas o meses de vida.
Si la actitud materna no es lo bastante buena, el niño se convierte en un conjunto de reacciones frente a los choques, y el verdadero self del niño no llega a formarse o queda oculto tras un falso self que se somete a los golpes del mundo y en general trata de evitarlos.
Dejaremos de lado esta complicación y consideraremos al niño que tiene una madre bastante buena y que realmente se inicia en este proceso. Yo diría que: el yo de este niño es a la vez débil y fuerte, todo depende de la capacidad de la madre para proporcionar apoyo al yo del niño. El yo de la madre está sintonizado con el del niño y ella puede darle apoyo si logra orientarse hacia su hijo.
Cuando la pareja madre-bebé funciona bien, el yo del niño es muy fuerte, porque está apuntalado en todos los aspectos. El yo reforzado y, por lo tanto, fuerte del niño puede, desde muy temprano, organizar defensas y desarrollar patrones que son personales y que ostentan visiblemente las huellas de las tendencias hereditarias. Es precisamente este niño con un yo fuerte gracias al apoyo yoico de la madre que se convierte desde temprano en él mismo, real y verdaderamente. Cuando el apoyo yoico de la madre no existe, es débil o tiene altibajos, el niño no puede desarrollarse en forma personal, y entonces el desarrollo está condicionado, como ya hice notar, más por una serie de reacciones frente a las fallas ambientales que por las exigencias internas y los factores genéticos. Los niños que reciben una atención adecuada son los que con mayor rapidez se afirman como personas, cada una de las cuales es distinta de todas las demás existentes en la actualidad o en el pasado, mientras que los bebés que reciben un apoyo yoico inadecuado o patológico tienden a parecerse en cuanto a los patrones de conducta (inquietos, suspicaces, apáticos, inhibidos, sometidos).
Donald Winnicott
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