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Foto del escritorCentro Semilla

La importancia de la disciplina y los límites en los niños y niñas

Actualizado: 26 may 2018

En muchos casos, nosotros como padres nos cuestionamos sobre si hacemos bien o no, nuestro trabajo a la hora de imponer límites y disciplina. En principio quiero exponer a qué nos referimos cuando hablamos de “disciplina”. Es importante enfatizar antes de hablar del concepto, que un aspecto fundamental para cualquier niño pueda convertirse en una persona sociable, equilibrada, segura, independiente y autónoma debe haber asumido disciplina, normas y límites en su crianza. De esta forma, puede llegar a funcionar bajo los parámetros sociales establecidos y aceptados por la mayoría de las personas que nos rodean. Si el niño o persona no se rige bajo estos términos se traduce como un “problema en su medio social”.


¿Qué entendemos por disciplina? Disciplina no es castigar, juzgar, ni gritar, o maltratar al niño que no hace lo correcto. En realidad, la palabra disciplina significa aprendizaje y constituye el medio más adecuado para que los padres consigan que sus hijos aprendan a comportarse de manera adecuada. La disciplina le enseña al niño(a) como actuar de una manera aceptable, debe tener sentido para el/la niñ@ y tiene que ver con corregir de manera positiva alguna acción, o actitud que haya hecho erróneamente. La disciplina ayuda al niño(a) a sentirse bien consigo mismo, a corregir sus errores y le ayuda a tomar responsabilidad de sus acciones.

Cuando el/la niñ@ comienza a hacerse independiente en el momento en que ya puede caminar, hablar e interactuar socialmente, empieza a buscar autonomía, libertad de elección y explorar su mundo externo, así como también quiere hacerse independiente de mamá y papá, por ello comienza a traspasar límites, e impone sus deseos sobre la reglas de los padres. Es por eso que se debe tener la disposición y paciencia para educar con disciplina a sus hijos. Yo diría que más que un aprendizaje del niño, es un aprendizaje de ambos, padres e hijos empiezan a mediar entre sí, buscando soluciones a ciertas conductas inaceptables o reforzando aquellas que son las deseadas o esperadas por los padres. Es un proceso del día a día y no se consigue de un día para otro. También debemos tomar en cuenta que cada niño es diferente y asume la autoridad de forma distinta, dependiendo de su rasgo de carácter. .

Pero sin ahondar mucho en el tema de personalidad enfoquémonos en lo que nos interesa, ¿qué es lo que debemos enseñar y cómo lo debemos hacer? La disciplina debe ser eficaz a la hora de aplicar los límites a nuestros hijos. Para educar de manera eficaz a nuestros hijos debemos marcar las reglas en casa con el objetivo de cumplirlas, esto es lo que le dará estructura y organización al niño. El secreto es hacerlo de manera coherente y con firmeza. Una de las consecuencias educativas de una falta de habilidad a la hora de establecer las normas y de marcar los límites puede ser la falta de respeto, que se produce cuando hablamos demasiado, exageramos en la emoción, y en muchos casos, nos equivocamos en nuestra forma de expresar con claridad lo que queremos o lo hacemos con demasiada autoridad.


Aquí les daré algunos aspectos importantes del cómo lograr esta tarea:

1. Ser Objetivo: Es frecuente escuchar en nosotros mismos y en otros padres expresiones como “Pórtate bien”, “sé bueno”, o “no hagas eso”. Estas expresiones significan diferentes cosas para diferentes personas. Nuestros hijos nos entenderán mejor si marcamos nuestras normas de una forma más concreta. Un límite bien especificado con frases cortas y órdenes precisas suele ser claro para un niño. “Habla bajito en una biblioteca”; “da de comer al perro ahora”; “agarra mi mano para cruzar la calle” son algunos ejemplos de formas que pueden aumentar sustancialmente la relación de complicidad con tu hijo.

2. Dar opciones. En muchos casos, podemos dar a nuestros hijos una oportunidad limitada para decidir cómo cumplir sus “órdenes”. La libertad de oportunidad hace que un niño sienta una sensación de poder y control, reduciendo las resistencias. Por ejemplo: “Es la hora de vestirse. ¿Quieres elegir un traje o lo hago yo? “Es hora de dormir, ¿Quieres que te lea un cuento o prefieres que te de un pequeño masaje?” Esta es una forma más fácil y rápida de dar dos opciones a un niño para que haga exactamente lo que queremos.

3. Firmeza. En cuestiones realmente importantes, cuando existe una resistencia a la obediencia, nosotros necesitamos aplicar el límite con firmeza. Por ejemplo: “Ve a tu habitación ahora” o “¡Para!, los juguetes no son para tirar” son una muestra de ello. Los límites firmes se aplican mejor con un tono de voz seguro, sin gritos, y un gesto serio en el rostro. Los límites más suaves suponen que el niño tiene una opción de obedecer o no. Ejemplos de ligeros límites: “¿Por qué no te llevas los juguetes fuera de aquí?”; “podrías hacer las tareas de la escuela ahora?”; ” Vente a casa ahora, ¿vale?” o “Yo realmente deseo que te limpies”. Esos límites son apropiados para cuando se desea que el niño tome un cierto camino. La firmeza está entre lo ligero y lo autoritario.

4. Acentúa lo positivo. Los niños son más receptivos al “hacer” lo que se les ordena cuando reciben refuerzos positivos. Algunas represiones directas como el “no” o “para” dicen a un niño que es inaceptable su actuación, pero no explica qué comportamiento es el apropiado. En general, es mejor decir a un niño lo que debe hacer (“Habla bajo”) antes de lo que no debe hacer (“No grites”). Los padres autoritarios tienden a dar más órdenes y a decir “no”, mientras los demás suelen cambiar las órdenes por las frases claras que comienzan con el verbo “hacer”.

5. Guarda distancias. Cuando decimos “quiero que te vayas a la cama ahora mismo”, estamos creando una lucha de poder personal con nuestros hijos. Una buena estrategia es hacer constar la regla de una forma impersonal. Por ejemplo: “Son las 8, hora de acostarse” y le enseñas el reloj. En este caso, algunos conflictos y sentimientos estarán entre el niño y el reloj.

6. Explica el porqué. Cuando un niño entiende el motivo de una regla como una forma de prevenir situaciones peligrosas para sí mismo y para otros, se sentirá más animado a obedecerla. De este modo, lo mejor cuando se aplica un límite, es explicar al niño porqué tiene que obedecer. Antes de dar una larga explicación que puede distraer a los niños, manifiesta la razón en pocas palabras. Por ejemplo: “No muerdas a las personas. Eso les hará daño”; “Si tiras los juguetes de otros niños, ellos se sentirán tristes porque les gustaría jugar aún con ellos”.

7. Sugiere una alternativa. Siempre que apliques un límite al comportamiento de un niño, intenta indicar una alternativa aceptable. Sonará menos negativo y tu hijo se sentirá compensado. De éste modo, puedes decir: “ese es mi pintalabios y no es para jugar. Aquí tienes un lápiz y papel para pintar”. Otro ejemplo sería decir: “no te puedo dar un caramelo antes de la cena, pero te puedo dar un helado de chocolate después”. Al ofrecerle alternativas, le estás enseñando que sus sentimientos y deseos son aceptables. Este es un camino de expresión más correcto.

8. Firmeza en el cumplimiento. Una regla puntual es esencial para una efectiva puesta en práctica del límite. Una rutina flexible (acostarse a las 8 una noche, a las 8 y media en la próxima, y a las 9 en otra noche) invita a una resistencia y se torna imposible de cumplir. Rutinas y reglas importantes en la familia deberían ser efectivas día tras día, aunque estés cansado o indispuesto. Si das a tu hijo la oportunidad de dar vueltas a sus reglas, ellos seguramente intentarán resistir.

9. Desaprueba la conducta, no al niño. Deja claro a tus hijos que tu desaprobación está relacionada con su comportamiento y no va directamente hacia ellos. No muestres rechazo hacia los niños. Antes de decir “eres malo”, deberíamos decir “eso está mal hecho” (desaprobación de la conducta).

10. Controla las emociones. Los investigadores señalan que cuando los padres están muy enojados castigan más seriamente y son más propensos a ser verbalmente y/o físicamente abusivos con sus niños. Hay épocas en que necesitamos llevar con más calma la situación y contar hasta diez antes de reaccionar. La disciplina consiste básicamente en enseñar al niño cómo debe comportarse. No se puede enseñar con eficacia si somos extremamente emocionales. Delante de un mal comportamiento, lo mejor es contar un minuto con CALMA, y después preguntar con tranquilidad, “¿qué ha sucedido aquí?”. Todos los niños necesitan que sus padres establezcan las guías de consulta para el comportamiento aceptable. Cuanto más expertos nos hacemos en fijar los límites, mayor es la cooperación que recibiremos de nuestros niños y menor la necesidad de aplicar consecuencias desagradables para que se cumplan los límites. El resultado es una atmósfera casera más agradable para los padres y los hijos.


Estas estrategias son generales, y vale la pena hacer una autoevaluación de nuestro propio comportamiento al tratar de imponer límites, disciplina y sobre todo el respeto que queremos ganar de nuestros hijos.


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